Cuando fuimos a Bariloche (septiembre del 2.007), estaba en el aire la idea de visitar “un lugar” que habíamos leído y/o visto en la tele, era uno de los cinco mejores lugares para comer en Sudamérica ...el Refugio..., no cabía duda que teníamos que ir a cenar ahí. Nuestra guía de viajes, léase la Any, hurgó, indagó, buscó, se dateó, hasta que... ...cayó la presa, en la recepción del hotel en que nos hospedamos nos hacían el contacto, no te decían como (no perder la comisión imagino) y nos urgían por amarrar la reserva, cosa que de mañoso dilaté.
El cuento es que a la hora 21 teníamos que estar en el Arelauquen Golf & Country Club, todo onda muy Argentino (en cuanto a lo agrandado) llegamos a Club House del Club de Golf (suena a demasiado pero no es para tanto) ahí nos esperaba una niña que a opinión de la Elisa parecía azafata, por lo mecánico de su discurso, simpática y amable en todo caso, pero me baipaseó (by pass) con la boleta (muy Argentino). Si esto lo estuviera contando la Any, te diría que el lugar era súuuuper bonito, cálido, lo mas que hay, que si no lo conoces estas sonado, etc, etc, ahí nos esperaban con una tabla de ahumados, ciervo, salmón (chileno no cabe duda), jabalí, etc., y panes con sésamo, obvio mucha cosilla integral, vinito y bebidas a destajo, sin dármela de catador diría que lo único ahí no mas, ...el vino..., tomable, pero no a la altura de lo que se supone puede tener uno de los cinco mejores lugares para comer en Latinoamérica (si uno conoce el vino chileno, esta acostumbrado a un nivel, no?). Esperamos a que llegara todo el resto, Brasileños muy cuáticos pues llegaban con traje de nieve, ni que fuéramos a subir el Everest, nosotros como patagones duros y curtidos que somos estábamos así no más, se sentía rico el aire, fresquito para mi gusto sureño.
Después de engullir hartos ahumados, la tablita no se agotaba nunca, nos dicen que ya estábamos todos y que iniciamos el “ascenso” ¿no era que salíamos a comer, no mas?, el “ascenso” se inicia en unos Land Rover todoterreno, que en los hechos demostraron que se la podían y de ahí en motos de nieve hasta llegar a la cumbre, lo de las motos lo sabíamos, pero que las motos las manejábamos nosotros NO lo sabíamos, y la guatita así me lo hizo saber, pero ya estábamos ahí apechugar no más.
Iniciamos el “ascenso” en los todoterreno, que pasaban por un camino reventado, húmedo y que para tomar las curvas tenían que echarse patrás y enfilar de nuevo (como el tren que va a Machu Pichu), todo oscuro iluminado por los faros de los todoterreno que alumbraban algo el bosque y el camino, que se cachaba escarpado.
Como les anticipe los todoterreno tenían que ceder a las motos de nieve, una la manejó la Any y la Eli se fue de copiloto, en la otra Yo y el Blas de copiloto, los hijos no quisieron manejar a pesar de que se lo ofrecimos harto. Sin nunca haber manejado una moto de nieve y a pesar de ser reticente a esas cosillas onda “full adventure” no quedo mas que hacer lo adecuado al momento, subirse a la moto y manejar, la presencia de adrenalina, pues poco a poco la cuestión de ir a comer cedió a la aventura, ayudó a que sin más subiésemos por una interminable línea de eses en un camino de nieve que bordeaba el bosque-barranco, tengan en cuenta que uno cachaba que si en las curvas no atinaba se iba bosque abajo.
Bueno, si estoy contándolo, captarán que fuimos secos para las motos de nieve (en una de esas nos compramos una para próximo invierno) y llegamos a la cima, de ahí por un camino con gradas en la nieve, medio caminando, medio resbalando, llegas a una puerta casi enterrada en la nieve, que la abre el chef y... ...hay otro mundo, otro tiempo, algo escondido que descubres al traspasar el umbral, llegas a un lugar cálido, con comensales alegres y parlanchines, esa imagen la he visto en muchas películas, o me la imagine cuando Obelix y Asterix llegaban a alguna posada en sus aventuras, lo bueno es que en esta ocasión éramos nosotros, era real, en ningún momento aparecerían subtítulos, ni créditos, ni ese desagradable olor a cabritas, el lugar temperado y sólo iluminado por velas, estábamos cien por ciento con suerte, pues ese día se echó a perder el grupo electrógeno, hasta los baños se iluminaron solo con velas, era el descueve, muy autentico.
Si a esta altura lo recuerdan les dije que íbamos a cenar, la comida es fondue o fondue (eso también lo sabíamos) yo no soy mucho de fondue, pero he de reconocer que estaba buena, no creo como para ser uno de los cinco mejores lugares de Latinoamérica, pienso que el que escribió el artículo no ha comido la merluza frita de los bomberos de Coyhaique, ni ha probado la comida donde Astrid y Gastón, ni del chef Rodríguez, ni el chupe de camarones a la Tomo I de las hermanas Concaro en Buenos Aires, que el Blas suspira apenado pues piensa que nunca mas va a volver a comer.
Pero bueno la fondue, palabras de la Any estaba exquisssssssssssssssita, súper, “too much” (que cuico, no?), y epítetos varios. A mi me gustaron mucho unas salchichas alemanas maceradas en vino tinto, me parece que dijeron merlot, pero puede que lo haya imaginado, habían unos zapallitos ricos también, y una simple manzana verde, que queda mortal con el queso el que mezclan con especias, lo que si demasiada comida (no se lo dije al chef), demasiado vino, demasiada agua, demasiada cerveza, bebidas y de casi todo demasiado, ultra gentileza (la que nunca es mucho). El chef un cabro joven, con piercing, entrando al mundo adulto, pero con el relajo y la simpatía del Argentino, Martín Scaramuzza se llama, es el que te abre la puerta a la entrada, invitándote a este mágico lugar.
La fondue de Chocolate, sólo la alcance a probar, de verdad no podía comer más, rica, novedosa para mi, las opciones de mezclas, me pareció que nunca había hundido un simple trozo de plátano en chocolate caliente, bueno soy olvidadizo capaz que lo haya hecho, es probable que la magia del lugar puso ese momento en primer lugar y diluyó los otros. Ya no podía comer más, suficiente, un largo y grato relajo para conversar tomar fotos a la familia a la luz de las velas, salir a la terraza, les dije que estábamos con suerte, el cielo con muy pocas nubes, podíamos divisar perfectamente el Llao llao y la avenida Bustillo, bueno eso según la Any, pues a mi me basto con la preciosa vista.
De ahí nos despedimos, de vuelta a las motos, a los todoterrenos, a nuestro jeep, al hotel, a nuestros cuartos a descansar, con la mente despejada y a la vez llena de sensaciones, viendo feliz al Blas, la Eli y la Any y obvio imaginando que habría hecho la Bea y lo feliz que habría estado apretándome para traspasarme su sensación, un sueño no tan profundo y descansado como hubiera deseado y ya mañana un nuevo día y pensando qué hacer.
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